Orisha Ikú
De acuerdo con la mitología yoruba, Ikú es el orisha de la muerte, presente en el panteón yoruba. Su llegada puede ser imprevista, y su misión es llevarse a los que ya finalizaron su tiempo de vida.
Historia
Una de las historias yorubas cuenta que Iku fue una de las primeras creaciones de Oloddumare, pero que desarrollo una actitud arrogante e irrespetuosa, queriendo ser superior al dios todo poderoso; así pretendió enfrentarse a Oloddumare.
Orula fue el encargado de derrotar a Iku, y este pasó a ser el dirigente de los guerreros del mal llamados Ajogún, cuyos nombres son: ofo, esse, fitiwó, edba, akobá, aro, entre otros.
Ikú pasó entonces a ser la muerte, la encargada de llevarse las almas de los hombres de la tierra. Está sometida a las órdenes de Olofin. Una vez que el dios creador dictamina cuál será el destino de las almas, el cielo o volver a la tierra para terminar su misión, Ikú los conduce.
Iku se presenta como un esqueleto humano, vestido con un capirote negro, se alimenta de la carne humana y tiene tres hijos que son la enfermedad (arun), la migraña y malestar (tau) y la fiebre (avuvo). Cuando va en busca de un alma, rodea la casa para encontrar un orificio por donde pueda entrar.
Solamente Orunmila (Orula) pudo pactar con Ikú, obligándola a respetar a sus hijos con el collar de Orula e Ildé, por ello si el collar se rompe es un presagio de muerte.
Culto
Iku tiene como objeto de poder un garrote grande. No se le presentan ofrendas ni sacrificios.
Los devotos yorubas presentan gran consideración y respeto por la muerte. Consideran que existen orishas específicos en el proceso de la muerte, que pueden ser los espíritus de los propios difuntos, como las deidades de su mitología.
Oyá es la orisha de las puertas de los cementerios, la sepulturera que mantiene este lugar. Yewá y Obba también son orishas del cementerio, y las tres juntas forman la trilogía de “las muerteras”.
Ikú representa la muerte y el momento en que se muere, es el símbolo clásico de la muerte, mientras que eggún es el nombre que reciben los difuntos antepasados, el espíritu del difunto al que Ikú se ha llevado.